Ser un psicólogo en una prisión es un trabajo complejo y exigente que requiere una formación especializada para abordar las necesidades de una población con experiencias traumáticas. Los psicólogos penitenciarios son los únicos profesionales sanitarios capacitados para trabajar dentro de la cárcel, brindando servicios psicológicos a personas que han sido convictas. Para aquellos interesados en seguir esta carrera debes saber sobre el papel del psicólogo en las prisiones que está aquí explicado.
En este contexto es crucial desarrollar una perspectiva compasiva y no solo entender los actos cometidos por los internos. Al tener una vista holística, estar preparados para hacer seguimiento de toda la personalidad de cada individuo, incluido cualquier posible factor de riesgo presente en su comportamiento psicológico. Además considerar los desafíos únicos que encuentran estos psicólogos cuando se enfrentan a presiones sociales y estigmas de trabajar dentro de una prisión.
Los desafíos a los que se enfrentan también están condicionados por las pautas sociales externas, tales como la falta de acceso de muchos de ellos a servicios básicos como la atención médica o la educación formal. Con estos antecedentes la labor del psicólogo dentro de una prisión se torna aún más exigente y compleja. Cada uno de los casos que ven es único producto de complejas variables individuales, sociales y culturales.
Para tomar una perspectiva compasiva y hacer un seguimiento exhaustivo debes conocer qué factores en la vida de cada persona han estado determinando sus acciones y comportamientos psicológicos. En efecto, estar al tanto de cualquier posible situación que se desaten con los pacientes como consecuencias del encierro prolongado y el aislamiento social.
Caben destacar las dificultades derivadas de la atención psicológica dentro de una cárcel en comparación a otros entornos. Algunas de las limitaciones para abordar algunos aspectos de los problemas presentados por los inquilinos están basadas en el espacio de trabajo disponible, así como la seguridad física y emocional del profesional.
Formación y habilidades

La formación de un psicólogo penitenciario debe incluir temas como la prisión preventiva, psiquiatría forense, rehabilitación y manejo del estrés. Durante su desempeño deben estar en constante comunicación con otras instituciones para asegurar que cualquier información relevante con respecto al paciente sea intercambiada. Un psicólogo en una cárcel no debe solamente diagnosticar sino también intervenir. Por lo tanto, la intervención terapéutica en el contexto carcelario requiere habilidades específicas para trabajar junto a los internos.
También es común que tenga que establecer alianzas entre profesionales de todo tipo (del Ministerio del Interior, los servicios sociales y demás) buscando así una efectiva coordinación interinstitucional. En particular ser capaz de generar comunicación con ellos en un lenguaje accesible no excesivamente técnico pero sí con datos o resultados bien medidos.
Para el desempeño de este tipo de trabajo se requiere mucho más que la especialización académica propiamente dicha, también cuenta la capacitación continuadora por parte del profesional. No puede confiar en tener la habilidad para manejar lo mejor posible cualquier situación difícil que se atraviese solo con su formación inicial.
El psicólogo deberá ser siempre un mediador activo buscando darle a los internos una segunda oportunidad de reintegrarse efectivamente a la sociedad. Para lograr esto es indispensable la existencia de equipos multidisciplinarios capaces generar planes de intervención que aborden todas las facetas presentadas en el día a día.
Psicología carcelaria
Ser psicólogo en una prisión plantea también un buen número de desafíos relacionados con la psicología carcelaria. En este contexto, a pesar de que los internos se encuentren privados de libertad, su personalidad y perfil psicológico siguen siendo muy dinámicos.
Por lo tanto, para brindar un buen servicio al conjunto del público objetivo es crucial mantenerse actualizado sobre las últimas corrientes en el ámbito de la psicología carcelaria. Los programas de intervención se deben dirigir de tal modo que aborden adecuadamente no solo los problemas psicológicos existentes, sino también desarrollar habilidades socias positivas al realizarlo.
En última instancia una formación sólida en este campo permite dar respuestas efectivas a las necesidades de cada individuo. Un profesional con experiencia en psicología carcelaria es capaz de abordar múltiples facetas tanto dentro como fuera del entorno físico que comparten.
Para asegurar la coherencia a lo largo de todo el proceso se necesita integrar diferentes dimensiones (personalidad psicológica, historia pasada y entorno familiar) y crear una visión objetiva del individuo en cuestión. En muchos casos las acciones de los internos son el resultado directo de las condiciones sociales y culturales.
Pero por otro lado también se debe considerara que en el sistema carcelario existe un continuo, o sea la situación psicológica de quien comete una infracción no refleja necesariamente su personalidad. Cuya estructura es más bien el resultado de la dinámica existente entre variables ambientales y situaciones del individuo a lo largo de toda su vida.
Dificultades para brindar servicios psicológicos
Algunas de las dificultades más comunes que enfrenta un psicólogo mientras está desempeñando el papel en las prisiones son la accesibilidad y motivación del paciente, falta de recursos materiales para el tratamiento y limitaciones para la comunicación profesional entre los distintos servicios.
Por ejemplo es notoria el caso en donde un paciente puede estar incapacitado por problemas psicopatológicos severos. En este sentido ser un experto del área le permite realizar un diagnóstico correcto, elaborar y coordinar planes adecuados para mejorar su situación dentro de toda la estructura penal, pero también debe afrontar los conflictos morales o éticas que puedan surgirle en momentos específicos.
Ser psicólogo dentro de una cárcel puede ser un verdadero desafío. Además del limitado número de recursos existente hay otros problemas significativos para lograr aplicar la intervención correctamente, y hacerlo a tiempo lo que puede llevar directamente al fracaso del proceso terapéutico.
La falta de tiempo es otro de los grandes obstáculos para realizar una efectiva tarea psicológica. Las dificultades son tanto individuales como sistémicas a su vez generadas por un entorno caracterizado por la violencia, el abuso y la explotación de la vulnerabilidad humana.
Abordar los desafíos únicos
En última instancia para que la intervención psicológica tenga lugar, y se lleva a cabo con éxito, siempre deben tenerse presentes las complejidades del ambiente carcelario. Además, el psicólogo debe estar versado en técnicas basadas en elementos de resiliencia y la promoción de la salud mental entre los reclusos.
Cualquier aproximación efectiva al tema debería considerar estos dos aspectos como parte de sus planes de acción en cada momento. Los programas deben desarrollarse tanto dentro del contexto físico específico que representa el entorno carcelario, como más allá.
Cada plan tiene como objetivo la promoción individualizada y su interacción entre los factores intrínsecos relacionados al individuo. En ese sentido cualquier intervención debería apuntar principalmente a prevenir el comportamiento de riesgo en las siguientes ocasiones posteriores.
Poner énfasis a la formación continua del personal carcelario está plenamente claro que puede ser una gran contribución para mejorar directa o indirectamente el tratamiento.
No podemos ignorar también que los esfuerzos que están siendo dirigidos hacia su incorporación, no se han convertido en prioritarios, lo cual hace a la brevedad con la que las cosas se pueden implementar bastante limitada.
El psicólogo tiene una función preventiva crucial dentro del sistema carcelario. En este sentido, los programas terapéuticos diseñados específicamente para su publico deben incluir la atención de necesidades vitales como salud emocional, social y familiar.